En 2020-2 hice mi investigación académica en humanidades. Elegí hacer mi trabajo sobre Watchmen y Nietzsche, nada del otro mundo, pero gracias al bonito apoyo que recibí, me salió un trabajazo. Pasé todo el ciclo leyendo y releyendo la novela gráfica para encontrar más detalles de Dr. Manhattan, que si bien no es mi personaje favorito, era parte del análisis y me interesaba por su relación con el tiempo.
Manhattan tiene el poder de experimentar pasado, presente y futuro al mismo tiempo. Como alguien que tiene ansiedad, la idea sonaba de puta madre porque no habría nada que no supiera y no tendría que estar pendiente de qué va a pasar más tarde o mañana. Solo me tocaría estar ahí.
Nada más.
Estar.
Pero ahora lo tengo claro. Lo que tiene Manhattan definitivamente no es un poder.
***
El año pasado, leí a conciencia Realismo Capitalista de Fisher durante mis viajes en la 40 de la universidad a mi casa. Literalmente era ese huevón con audífonos y un lápiz anotando en un librito blanco y naranja. Sí, me pasaba de cringe, pero en mi casa tenía distracciones que no me dejaban leer en paz.
Me obsesioné con Fisher como muchos se habrá dado cuenta. Aún lo estoy, de una forma u otra, aunque ya no es como antes. Ahora intento mencionarlo lo menos posible y si lo hago en estos momentos es por una idea a la que sigo dándole vueltas meses después de haber terminado el libro.
No me acuerdo de la cita exacta ni en qué parte está, pero iba algo de que una de las principales armas contra el capitalismo es lo desconocido. Este sistema está preparado para destruir todo aquel que lo cuestione y al que cuestiona, ya lo conoce pues lo hace usando las formas de siempre. Por eso, la izquierda contemporánea vive en un círculo vicioso del fracaso. No se atreven a ingeniar nuevas estrategias o discursos que pongan en jaque al sistema. Hay varias explicaciones y no veo necesario desarrollarlas en estas líneas. Será para la otra.
Y contra todo pronóstico, este no es un texto sobre Fisher o comunismo, sino sobre cómo pienso lo desconocido.
En primer lugar, pensé en el arte y su potencial transformador, del cual soy un fiel creyente. Si desde estas áreas, llámese pintura, literatura, música o lo que sea, se proponen nuevas formas, podemos tomarlas como punto de partida o inspiración para repensar la actualidad y proponer alternativas de cambio total. Es decir, si se pueden hallar nuevas formas en algo tan complejo como el arte, ¿por qué no en todo lo demás? Pero mientras los megáfonos los tengan quienes vienen haciendo lo mismo hace veinte años, no habrá mucha inspiración y tendremos que seguir viviendo en un estado de resignación constante mientras el sistema nos golpea a diario1.
No me iré por las ramas en este intento de filosofar con el arte porque no es mi objetivo, aunque me podría pasar horas hablando o escribiendo de ello. En estas líneas quiero decir que lo desconocido y su potencial disruptivo no se limitan únicamente al campo político y artístico, sino al campo de uno mismo.
***
Manhattan, por su poder, desconoce lo desconocido. Al saber el futuro, su existencia se vuelve un intento de matar el tiempo hasta que suceda eso que ya sabe que va a pasar, quitándole la emoción de pensar en las posibilidades. Encima, es inmortal, lo cual me da risa y pena porque nada le garantiza que dejará de existir cuando el universo lo deje de hacer. Por ello, tanto en la novela como en la adaptación de Damon Lindelof (HBO, 2019), su vida gira en torno a hacer sinsentidos y vagar por el universo como un alma en pena, incapaz de sentir algo.
Manhattan es alguien que está porque está. Le tocó y no puede hacer nada para cambiarlo.
Felizmente, nosotros no somos Dr. Manhattan. Quizá él puede volverse gigante de la nada o irse a Marte de vacaciones en menos de un segundo, pero nosotros sabemos que hay cosas que no conocemos y nunca lo haremos, lo cual nos pone en un lugar privilegiado, como poseedores de ese componente emocionante de lo posible. No tenemos que matar el tiempo hasta que llegue ese día, que, dicho sea de paso, es lo único cierto que hay. Sino que, en lugar de matarlo, hacerlo nuestro. Aprovecharlo. Hay un trecho bien grande entre hoy y ese día.
Y así como somos conscientes de lo posible, también somos conscientes de que desconocer da ansiedad. No tener nada fijo es algo con lo que he vivido desde que tengo memoria. Me gustaría tener alguna certeza de que, no sé, terminaré la universidad y encontraré trabajo. Esto no es lo primero que se me ocurrió, btw. Lo puse porque me da cierta vergüenza escribir sobre lo que quiero para el futuro: que la gente que amo sea muy feliz y yo algún día pueda estar en paz conmigo mismo. Y no sé si ese momento llegará. Eso es lo desconocido.
Pero lo que sí sé es que yo no estoy por estar porque a diferencia de Manhattan, desconozco y como desconozco, soy2. Tengo la capacidad de emocionarme al no saber qué pasará mañana pues todo puede pasar. ¿Qué hay de lo malo? Es posible. ¿Y de lo bueno? También lo es.
Ser es una responsabilidad enorme. Lo que pasará más adelante depende de mí3, abriendo un mar infinito de posibilidades. Y me gusta esa analogía del mar, porque verlo me da una sensación extraña. Si entro en un barquito puedo naufragar y morirme ahogado o llegar a tierra firme, quizá a una muy lejos de casa, donde podría iniciar desde cero.
***
Yo creo que responsabilidad es sinónimo de presente. Así como desconocido lo es de posible. El futuro no lo conozco, pero si hoy está en mis manos recoger a mi mamá de la peluquería, ir con mi papá a Sodimac, dedicarme una mañana o hacer cualquier cosa por las personas que amo para que sean felices más adelante, lo voy a hacer o intentar4. Porque me nace, sé que les hará bien y si no lo hago, la única certeza que tendré es que viviré sabiendo que no lo hice y que no lo intenté.
Pero sobre todo, porque soy y ellos también son.
***
A unos más que otros.
Y viceversa.
Aunque parezca, no pretendo individualizar la responsabilidad sobre nuestros destinos como manda la narrativa liberal pues también depende de las condiciones sociales.
Y ya lo estoy haciendo. Es difícil, pero no imposible. Y sigo aprendiendo a pesar de las caídas.